martes, 30 de septiembre de 2014

PORQUE NO SOPORTO A MI SUEGRA

Siempre fui medio hippie y pensaba que se debe vivir con amor y paz, hasta que Dios me dio la dicha de tener suegra.
Y es que a ellas les debemos conocer a nuestra pareja, pero además tampoco las podemos escoger, vienen como una configuración predeterminada y no se puede cambiar, por lo tanto como parte del paquete, nos toca aceptarlas.  Adicionalmente no conocen los términos medios: o son unos ángeles o son unas brujas, no hay más. Tampoco se puede competir con ellas sin que quedemos como los malos del paseo, aunque en realidad no pretendo competir con la mía, sí espero llevar la fiesta con alegría, cosa que resulta prácticamente inconcebible cuando le envío la paloma de la paz y me la devuelve degollada.
Se dé buena tinta y primera mano que hay suegras divinas (ya que mis anteriores suegras eran un amor), pero ahora no he sido tan afortunada, esta vez me tocó la guinda del pastel con mi suegra: siempre me falta un centavo para el peso, nunca hay nada bien, siempre tiene que opinar al respecto por pequeña que sea la decisión que tome y para rematar el popurrí de alabanzas es más falsa que una moneda de cuero. 

La conclusión es que por mucho que me incomode y me incordie por momentos, cuando acepté a mi pareja, por defecto acepte a su señora madre, es una ecuación sin solución en la que la incógnita tendrá que continuar sin despejar, esto porque nunca entenderé que le hice a ella (aparte de irme a vivir con su hijo) para que no me soporte, aunque la verdad sea dicha: yo tampoco me la aguanto.

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